El exceso de capacidad enciende nuevas tensiones en las relaciones comerciales entre China y Estados Unidos: The Diplomat
El exceso de capacidad, particularmente frecuente en sectores tecnológicamente avanzados como los vehículos eléctricos (EV), ahora ocupa un lugar central en el discurso económico entre Estados Unidos y China. El exceso de capacidad ocurre cuando la capacidad de producción de ciertas industrias excede ampliamente la demanda, lo que genera un excedente de bienes y una reducción de los precios globales.
En Estados Unidos, esta cuestión se percibe como una táctica estratégica deliberada por parte de China que altera los equilibrios del mercado global. Los críticos estadounidenses argumentan que las prodigiosas capacidades de producción de China no sólo distorsionan los mecanismos globales de fijación de precios sino que también comprometen la sostenibilidad de las industrias a nivel mundial al precipitar una espiral descendente de los precios.
Además, Estados Unidos considera las ramificaciones estratégicas del exceso de capacidad dentro de su narrativa más amplia sobre la seguridad económica. Ve con aprensión la acelerada expansión de capacidades de China en sectores críticos para la futura hegemonía tecnológica, como los semiconductores, la energía limpia y las telecomunicaciones.
Por el contrario, China considera el exceso de capacidad no simplemente como un subproducto de la política gubernamental sino como una parte integral de su estrategia económica más amplia para la transición de la manufactura tradicional a una economía más impulsada por la innovación. Este giro estratégico implica una redistribución de recursos hacia industrias dinámicas y de alto valor, aumentando así la estatura y la resiliencia global de China.
China sostiene que su trayectoria de desarrollo requiere fases de exceso de capacidad a medida que asciende en la cadena de valor. Los funcionarios chinos enfatizan sus esfuerzos para mitigar estos problemas, como implementar reducciones de capacidad en sectores tradicionales como el acero y el carbón y promover sectores de alta tecnología a través de políticas de innovación.
Además, el gobierno chino percibe las acusaciones de exceso de capacidad como en parte hipócritas, derivadas de las ansiedades occidentales por perder la supremacía económica global. Los líderes chinos sugieren que Estados Unidos y otras naciones occidentales empleen la narrativa del exceso de capacidad como herramienta para frenar el ascenso de China como potencia económica global.
Desde la perspectiva de Beijing, las críticas occidentales a menudo no consideran el contexto de las necesidades de desarrollo de China y contradicen los compromisos ambientales globales, lo que resulta en una imagen distorsionada de las intenciones estratégicas de China.
El discurso sobre el exceso de capacidad trasciende las meras preocupaciones económicas y evoluciona hacia una palanca geopolítica. Las respectivas posturas y respuestas de cada nación al exceso de capacidad están profundamente arraigadas en sus estrategias económicas más amplias, prioridades nacionales y aspiraciones globales. Esto fue destacado en comentarios recientes de la Secretaria del Tesoro, Janet Yellen, durante su visita a China, donde expresó su preocupación por una posible «Choque chino 2.0” – una referencia a posibles trastornos del mercado similares a los observados durante el rápido ascenso industrial de China, que podrían inundar los mercados globales con productos de alta tecnología y bajo costo.
Es vital reconocer que formuladores de políticas chinos son conscientes de los aspectos adversos del exceso de capacidad. Los economistas chinos reconocen que el núcleo del problema del exceso de capacidad reside en la alta tasa de ahorro nacional del país, que representa el 45 por ciento del PIB. Idealmente, este capital debería dirigirse a industrias florecientes para estimular la innovación. Sin embargo, el sistema bancario chino, dominado por empresas estatales, favorece desproporcionadamente a los sectores tradicionales, lo que resulta en una asignación de capital subóptima.
A nivel interno, el gobierno está colaborando con economistas y especialistas de la industria para reformar sectores plagados de exceso de capacidad mediante soluciones impulsadas por el mercado en lugar de intervenciones estatales de mano dura. Esto incluye reducir los subsidios en mercados saturados, hacer cumplir estrictas normas ambientales y de producción y promover el crecimiento impulsado por el consumo.
A nivel internacional, sin embargo, China defiende sus políticas industriales enfatizando su alineación con los cambios económicos globales hacia la sostenibilidad y el desarrollo de alta tecnología. Beijing afirma que su expansión en sectores como la energía renovable y los vehículos eléctricos se alinea con las necesidades de sostenibilidad ambiental global y debe considerarse como una contribución al avance tecnológico global en lugar de una amenaza.
El compromiso constructivo entre China y Estados Unidos para abordar el exceso de capacidad requiere un cambio de paradigma en el pensamiento político. Esto podría implicar el establecimiento de marcos bilaterales o multilaterales que fomenten prácticas comerciales sostenibles y fomenten los intercambios tecnológicos. Dichos marcos no sólo abordarían las preocupaciones inmediatas relacionadas con el exceso de capacidad, sino que también sentarían las bases para futuras colaboraciones internacionales.
Las iniciativas conjuntas de innovación entre China y Estados Unidos podrían servir como base para esta nueva era de cooperación, aprovechando la experiencia tecnológica estadounidense y la destreza manufacturera china en sectores no sensibles, cultivando así un entorno de avance tecnológico recíproco respetando al mismo tiempo las preocupaciones de seguridad de cada nación.
Paradójicamente, Estados Unidos podría beneficiarse de la adopción del modelo chino de Zonas Económicas Especiales (ZEE). Estas zonas, que ofrecen incentivos fiscales y procesos burocráticos simplificados, podrían ser particularmente valiosas en áreas preparadas para la revitalización industrial. economistas chinos sugieren una estrategia en la que China podría ampliar su capacidad industrial a nivel internacional a través de Inversiones Directas en el Extranjero (ODI) estratégicas, dirigidas a economías como Estados Unidos. Estas inversiones podrían impulsar las industrias locales y contribuir al crecimiento económico. Para garantizar que estos acuerdos se alineen con los intereses estadounidenses, sería necesario establecer marcos regulatorios claros, que garanticen el cumplimiento de las leyes estadounidenses y aborden cualquier preocupación de seguridad nacional con la máxima transparencia.
Además, abordar las complejidades del exceso de capacidad exige un enfoque sofisticado de la diplomacia económica por parte de ambas naciones. Los métodos tradicionales, como los aranceles y las restricciones comerciales, pueden resultar inadecuados. Una estrategia más integral implicaría una gestión sólida de la capacidad, una mayor colaboración tecnológica y el establecimiento de estándares comunes para las prácticas ambientales y laborales.
Ambas naciones deben evaluar concienzudamente las repercusiones globales de sus políticas. Como fuerzas económicas preeminentes, Estados Unidos y China tienen una profunda obligación ante la comunidad internacional de garantizar que sus agendas internas no desestabilicen los mercados globales ni intensifiquen las delicadas relaciones comerciales, particularmente en un clima político cada vez más tumultuoso.