Cómo el riesgo climático complicará el trabajo de los banqueros centrales

Cómo el riesgo climático complicará el trabajo de los banqueros centrales

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El autor es primer vicegobernador del Bundesbank y presidente de la Red de Bancos Centrales y Supervisores para una Ecologización del Sistema Financiero.

Está claro que los efectos del cambio climático han comenzado a influir en las consideraciones de política monetaria de varios bancos centrales. Desafortunadamente, estos factores serán aún más relevantes en el futuro.

Los fenómenos meteorológicos severos se están intensificando, al igual que sus impactos económicos. Tormenta tropical Helena en el sureste de Estados Unidos es sólo el último recordatorio del daño que se puede causar.

Los daños anuales a las propiedades causados ​​por catástrofes naturales se han más que duplicado en términos reales en las últimas dos décadas, alcanzando los 280.000 millones de dólares a nivel mundial en 2023, según Swiss Re. El impacto general es mucho mayor, ya que los efectos físicos agudos se extienden por toda la economía, influyendo en la oferta, la demanda y los flujos financieros y, por tanto, también en la política monetaria.

Una nueva red para ecologizar el sistema financiero informe ilustra de manera convincente cómo las catástrofes naturales como las inundaciones y los huracanes afectan la economía. Destruyen hogares, infraestructura local y sitios de producción, y su reconstrucción requiere años y enormes cantidades de dinero. La disminución de la confianza podría llevar a empresas y hogares a recortar el gasto, socavando aún más las perspectivas de crecimiento económico.

Los impactos sobre los precios no se libran, ya que los fenómenos climáticos severos, entre otros factores, dañan la producción agrícola y hacen subir los precios de los alimentos en todas las regiones. Estos efectos sectoriales pueden conducir a un aumento de las presiones inflacionarias generales, dependiendo de hasta qué punto las contrarreste una caída de la demanda. Por ejemplo, las sequías tienden a ejercer una presión al alza sobre la inflación general durante varios años, lo que afecta especialmente a las economías en desarrollo, debido a su mayor dependencia de la agricultura.

En este contexto, los bancos centrales podrían enfrentar la complicada tarea de controlar la presión inflacionaria en una economía débil. Pensemos en una situación en la que el aumento de la presión inflacionaria podría justificar un endurecimiento de las políticas (en particular para los bancos centrales, cuyo mandato principal es la estabilidad de precios) aunque esto pudiera contribuir a la tensión económica. El Banco Estatal de Pakistán, por ejemplo, optó en 2022 por seguir aumentando las tasas oficiales después de que las devastadoras inundaciones provocaran un fuerte aumento de los precios de los alimentos.

El cambio climático –y sus resultados inciertos– significa que los bancos centrales deben centrarse en mirar hacia el futuro y ampliar su horizonte más allá del período de proyección habitual. Las estimaciones de los impactos futuros ilustran lo que podría depararle a la economía y al sector financiero. A nivel mundial, el cambio climático podría aumentar la inflación anual de los precios de los alimentos entre uno y tres puntos porcentuales para 2035, según un estudio. estudiar del Banco Central Europeo y el Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático.

Sin embargo, la mayoría de los estudios aún no consideran el riesgo de cruzar puntos de inflexión climáticos, que pueden acelerar significativamente el cambio climático. Según la OCDE, ignorar estos umbrales críticos da como resultado una grave subestimación de los costos económicos. Los fenómenos meteorológicos extremos también pueden acercarnos a estos puntos de inflexión. La actual sequía en la región amazónica, la más grave desde que comenzaron los registros sistemáticos en 1950, ejemplifica este riesgo. Dado que ya se ha perdido una quinta parte de la selva amazónica, principalmente debido a la deforestación, aumenta la preocupación de que esta esponja de carbono esté al borde del colapso. Eso desencadenaría una cascada de fenómenos climáticos, lo que provocaría mayores costos económicos a nivel mundial.

Es más, las incertidumbres que rodean la magnitud y duración de los fenómenos climáticos severos (junto con las respuestas de los gobiernos) harán que el pronóstico a corto plazo de indicadores económicos clave sea particularmente difícil. Un ejemplo es el huracán Katrina en 2005 y las posteriores llegadas a tierra de los huracanes Rita y Wilma. En las semanas y meses altamente dinámicos que siguieron, el personal de la Reserva Federal ajustó sus estimaciones de producción e inflación varias veces, a medida que llegaba nueva información. Durante todo el proceso, la Reserva Federal se mantuvo predecible en sus acciones, destacando que la buena comunicación es clave. .

Los bancos centrales también tienen otro aspecto que observar, a saber, la transición verde. La inflación y la producción pueden volverse más volátiles a medida que experimentamos una transformación del sector energético y las cadenas de suministro. En el corto plazo, la fijación del precio del carbono y el aumento de las inversiones climáticas podrían reforzar las presiones inflacionarias.

La intensificación del cambio climático se suma a la serie de desafíos a los que debe adaptarse la política monetaria. A medida que los fenómenos meteorológicos extremos se vuelven más frecuentes, los bancos centrales deben prestar aún mayor atención a las expectativas de inflación a más largo plazo. Si bien la reacción de cada banco central dependerá de su mandato, una comunicación clara es esencial para guiar las expectativas del mercado y garantizar que las decisiones de política se comprendan bien.

Capital climática

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