La dolarización es una solución rentable para Argentina
Los defensores del banco central argentino cuestionan la viabilidad de la dolarización. Dicen que Argentina necesitaría la asombrosa cifra de 40 mil millones de dólares para dolarizarse. Con las reservas netas del banco central en un mínimo histórico, el economista de mercados emergentes Guillermo Mondino advierte sobre los peligros de Dolarización sin dólares.
Mondino y otros que defienden este argumento se equivocan en dos aspectos. Primero, Argentina no necesita 40 mil millones de dólares para dolarizarse. Segundo, la dolarización no es una simple transacción al contado. Es un proceso que puede durar varios meses.
¿De dónde sacan los críticos de la dolarización la cifra de 40.000 millones de dólares? Es el valor en dólares de la base monetaria argentina y los pasivos del banco central antes del último cambio significativo en el tipo de cambio. Hoy, con un peso considerablemente devaluado, esta cifra ha caído por debajo de ese umbral.
La idea básica detrás de la afirmación de que Argentina necesitaría 40 mil millones de dólares es sencilla. Bajo la dolarización, Argentina reemplazaría su peso por el dólar. Para hacerlo, debe tener suficientes dólares para convertir su moneda en circulación y los pasivos del banco central. El debate no gira tanto en torno a este enfoque sencillo, sino en la cantidad de dólares que serían suficientes. Quienes están familiarizados con casos de dolarización del mundo real, como los de Ecuador y El Salvador, señalan que Argentina podría dolarizar con muchos menos dólares de los que afirman los antidolarización.
Empecemos por la base monetaria. La base monetaria consiste en moneda en circulación y saldos de reserva mantenidos por los bancos en el banco central. Sólo el primero requiere conversión a dólares. Al tipo de cambio vigente en el mercado libre, aproximadamente 6 mil millones de dólares serían suficientes para reemplazar el peso en circulación por dólares estadounidenses. Cuánto de esos 6.000 millones de dólares necesitaría Argentina al principio dependería, en parte, del enfoque adoptado para gestionar la transición monetaria. Ecuador, por ejemplo, aplicó una obligatorio dolarización de los sucres en circulación, que demoró aproximadamente nueve meses en completarse. En contraste, El Salvador siguió un voluntario dolarización de colones, mediante la cual los interesados en dolarizar podían realizar un depósito bancario (todos denominados en dólares) o pagar sus impuestos en colones. En El Salvador, se necesitaron aproximadamente dos años para dolarizar completamente la moneda en circulación. Ninguno de los países necesitaba el equivalente total en dólares de su moneda al principio, y El Salvador necesitaba una proporción mucho menor.
Además de la moneda en circulación, el banco central también convertiría sus pasivos financieros a dólares. Esto incluye billetes y letras de corto plazo denominados en pesos. Al tipo de cambio vigente en el mercado, los pasivos financieros del banco central valen entre 14.000 y 15.000 millones de dólares.
Al igual que la moneda en circulación, existen muchos métodos para dolarizar gradualmente estos pasivos financieros. Emilio Ocampo y yo le hemos propuesto una aproximación. Al igual que cualquier bono que se liquida gradualmente mediante un programa de fondos de amortización, los pasivos del banco central pueden dolarizarse y canjearse con el tiempo.
Implementar la dolarización en Argentina puede ser una tarea formidable, pero está lejos de ser imposible. Argentina necesita aproximadamente 6.000 millones de dólares durante varios meses para gestionar el cambio de divisas, y menos aún si adopta un enfoque voluntario. Sin duda, Argentina podría obtener 6.000 millones de dólares si un nuevo gobierno introdujera un conjunto creíble de reformas.
Podría decirse que la dolarización nunca ha sido más barata para Argentina que hoy porque gran parte del costo ya se ha incurrido. Los particulares y las empresas han convertido muchos pesos a dólares por su cuenta. La dolarización oficial formalizaría en gran medida la dolarización informal que ya ha ocurrido.
Para ser coherentes, los críticos de la dolarización deberían estar más preocupados por los planes de estabilización alternativos diseñados para salvar el peso. Estas reformas, que requerirían algún tipo de control del tipo de cambio, probablemente requerirían incluso más dólares que la dolarización. Si Argentina carece de los recursos para la dolarización, ciertamente no posee los medios para rescatar el peso. La alternativa es continuar con el rumbo actual y abordar la dolarización en circunstancias similares a las de Zimbabwe en lugar de la experiencia más exitosa de Ecuador. La dolarización no sólo proporciona la salida más rentable del atolladero monetario de Argentina, sino que también presenta a la reforma las mayores perspectivas de éxito a largo plazo.