Dentro de una ‘sala limpia’ de semiconductores en la principal universidad de Japón
Para estudiar semiconductores en la mejor universidad de Japón, primero se necesita la ropa adecuada: overoles protectores, cubrezapatos, guantes de plástico y un pasamontañas liviano para mantener el cabello fuera del camino.
Luego, con la mascarilla quirúrgica colocada, ingresa a una «ducha de aire» para eliminar todo el polvo de su cuerpo que podría contaminar el equipo de precisión.
Ahora está listo para ingresar a la sala limpia de la Universidad de Tokio, un espacio altamente controlado donde se manipulan los microchips.
En estas universidades también se encuentran salas limpias, una parte vital de las fábricas de semiconductores, donde los aspirantes a innovadores tecnológicos realizan investigaciones.
Los chips son una parte indispensable de la economía moderna y se utilizan en todo, desde teléfonos inteligentes hasta automóviles y armas.
Eso los ha vuelto políticamente sensibles, con la industria frecuentemente atrapada en el fuego cruzado mientras Estados Unidos y China pelean por el acceso a tecnología avanzada.
Japón también está intensificando sus esfuerzos para reactivar su industria de chips que alguna vez fue líder mundial: el gobierno ha prometido hasta 25 mil millones de dólares en subsidios para ayudar a triplicar las ventas de chips producidos localmente para 2030.
El gigante taiwanés de chips TSMC abrió una fábrica de semiconductores en el sur de Japón en febrero y está planeando una segunda instalación para chips más avanzados.
Y una empresa conjunta multimillonaria llamada Rapidus, en la que participan Sony, Toyota, IBM y otros, tiene como objetivo producir en masa chips lógicos de próxima generación en Japón a partir de 2027.
Tadahiro Kuroda, experto en chips y profesor de la Universidad de Tokio, dijo que el avance de Japón en un sector en el que alguna vez fue dominante se siente como si «la primavera hubiera regresado».
En el laboratorio de chips de 600 metros cuadrados de la universidad, repleto de máquinas de última generación, los estudiantes utilizan pinzas para manipular los delicados materiales.
Con pipetas, gotean un líquido químico rojo sobre brillantes y prístinas obleas de silicio diseñadas para contener una cantidad vertiginosa de diminutos transistores.
El estudiante de doctorado Kei Misumi, de 27 años, que trabaja habitualmente en la sala limpia, dijo a la AFP que espera que una tecnología tan avanzada enriquezca aún más la vida de las personas.
© 2024 AFP