¿Cómo arreglar el Reino Unido? Permítanme contarles las formas

¿Cómo arreglar el Reino Unido? Permítanme contarles las formas

La mala noticia es que hará falta algo más que un cambio de gobierno para curar lo que aqueja a Gran Bretaña. Los síntomas son inquietantemente familiares, pero vale la pena resumirlos. Las listas de espera para recibir tratamiento del NHS se han disparado por encima de los 7,5 millones, frente a los 4,2 millones de 2019 y los 2,5 millones de 2010. Las prisiones están al límite de su capacidad y el sistema judicial la ha superado hace tiempo. La financiación de los gobiernos locales se ha visto limitada durante años, con efectos evidentes en los servicios locales, como la asistencia social, las bibliotecas y los centros de ocio.

La explicación sencilla de todo esto es que durante 14 años los gobiernos conservadores han reducido los impuestos, prefiriendo confiar a los ciudadanos su propio dinero, aunque eso deje el espacio público en mal estado. Pero eso no es lo que ha sucedido. Si bien los impuestos generales sobre los asalariados medios son ciertamente bajos, como proporción del ingreso nacional la carga fiscal total está –infamemente– cerca del nivel más alto desde los años 1940, mientras que el Reino Unido sigue endeudándose y aumentando la mayor pila de deuda que se recuerda. En resumen, estamos gastando más que nunca y, de alguna manera, obteniendo menos que nunca a cambio.

Esos son los síntomas. La causa también es conocida: la productividad se ha estancado desde 2008. La productividad es el valor que un trabajador promedio produce en una hora de trabajo. Productividad significa obtener más por menos, y durante décadas pudimos esperar que los niveles de vida, tanto en términos de los servicios públicos de los que disfrutamos como en términos del dinero que nosotros mismos podemos gastar, mejoraran gradualmente. Los últimos 16 años han sido diferentes. “Los salarios reales están aproximadamente al mismo nivel que en 2007”, dicen Anna Valero y John Van Reenen, del Centro de Desempeño Económico de la LSE.

¿Por qué ha sido tan deprimente la productividad? Hay varios culpables, algunos más fáciles de solucionar que otros. La economía del Reino Unido, con una fuerte dependencia de las finanzas, sufrió las consecuencias de la crisis financiera de 2008. La desigualdad regional es alta, y no se trata sólo de ciudades “rezagadas”, sino de ciudades como el Gran Manchester y Birmingham que no alcanzan el potencial que sugieren las grandes ciudades secundarias de Europa, como Barcelona, ​​Frankfurt y Toulouse.

El sistema educativo ofrece poco a los jóvenes que no están en vías de obtener un título de alta calidad. La reticencia a construir suficientes viviendas, que se ha prolongado durante décadas, no solo hace que nuestras viviendas sean antiguas, estrechas, mal aisladas y extremadamente caras, sino que también perjudica la productividad, porque resulta prohibitivamente costoso dar uno de los pasos más simples y básicos en busca de una vida mejor, que es mudarse a un lugar con una economía más dinámica que el lugar donde uno creció.

Por último, están las décadas de subinversión, que son aún más llamativas en el sector privado que en el público, pero que afectan a ambos. “Prácticamente toda la brecha de productividad con Francia se explica por el hecho de que los trabajadores franceses tienen más capital con el que trabajar”, ​​declaró la Resolution Foundation en el épico informe “Ending Stagnation” del año pasado.

Invertir significa adoptar una visión a largo plazo, sacrificando el consumo ahora en busca de mejores niveles de vida mañana. El Reino Unido ha preferido “comer hoy” durante 40 años y ahora estamos sufriendo las consecuencias.

¿Qué hacer, entonces? Dos apuestas políticas han fracasado. La primera, el Brexit, afectó gravemente la inversión empresarial y complicó todo tipo de comercio y viajes que antes eran sencillos. La Oficina de Responsabilidad Presupuestaria, una entidad independiente, estima que el Brexit va camino de reducir en un 4% el potencial económico del Reino Unido en los próximos años.

El segundo intento de Liz Truss de impulsar el crecimiento con un recorte de impuestos no financiado fracasó en cuestión de días. Aunque diagnosticó correctamente la enfermedad, casi con certeza recetó el remedio equivocado. Nunca lo sabremos con certeza, porque su trato con el paciente fue tan torpe que éste se rebeló. Lo mejor que se puede decir sobre el breve mandato de Truss es que sus políticas fueron mucho más fáciles de revertir que el Brexit.

Enumerar los problemas de la economía británica es ver las dificultades que supone solucionarlos, pero hay alguna esperanza. La reforma urbanística, prometida desde hace tiempo, podría generar un enorme aumento de la inversión, la productividad y, lo más importante, la asequibilidad de la vida cotidiana. Una idea sencilla pero radical, propuesta por el Centro para las Ciudades, es una presunción a favor del desarrollo en zonas verdes a menos de un kilómetro de las estaciones de cercanías existentes, protegiendo al mismo tiempo las tierras sensibles. Menos del 2% de las zonas verdes se vería afectado, pero se construirían más de 2 millones de viviendas sostenibles.

Un primer paso útil para reparar los daños causados ​​por el Brexit sería acercarse de puntillas a la unión aduanera y al mercado único de la UE. El sistema fiscal sigue estando plagado de lagunas y absurdos. Unos impuestos más lógicos y eficientes permitirían recaudar más dinero y causar menos daños económicos.

Y con suerte, un serio lastre para la economía del Reino Unido se levantará con un nuevo gobierno: podemos esperar razonablemente menos incertidumbre. Sin duda habrá sobresaltos por delante, pero con suerte no serán peores que el Brexit, Trump, el Covid-19, la guerra en Ucrania y una puerta giratoria de primeros ministros, cada uno con su propia visión idiosincrásica de lo que debe hacerse. Con menos incertidumbre, sin duda podemos esperar más inversión empresarial. El próximo gobierno se enfrenta a un enorme desafío. Simplemente estabilizar el barco sería un comienzo.

Escrito y publicado por primera vez en Tiempos financieros el 28 de junio de 2024.

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